domingo, 22 de noviembre de 2009

Que no sea como cuando ese otro yo se pierde en las sombras de la inconsciencia


Que no sea como cuando ese otro yo se pierde en las sombras de la inconsciencia

Es natural que un(a) niño(a) se sienta feliz siendo niño(a), que no haya preocupaciones ni angustias en su vida, que el miedo no le aflija, que sus emociones sean espontaneas, libres, sinceras, abiertas y sobre todo momentáneas, incapaz de guardar rencores, que su intención no sea acomodar las cosas a su gusto o al de otras personas. En síntesis, que no tenga prejuicios, que sea franco (a) y autentico(a), permeable a los sentimientos ajenos, respetuoso de las otras opiniones e incansable, siempre dispuesto(a) a hacer más de lo que se le pide y radical cuando de descansar y recargar energías se trata o cuando requiere satisfacer sus necesidades básicas.

Lástima que en nuestro colegio cuando nos llegan esos niños(as), ya tienen un recorrido en sus vidas y dada las difíciles condiciones de sus escasos 5 añitos (para sólo referirme a los estudiantes primíparos que en nuestro caso son los de preescolar) han perdido varias de las características antes descritas. Sin embargo, la intencionalidad pedagógica por la que nos orientamos en nuestra institución, pretende recuperar o no dejar que del todo se pierda la natural inocencia, aunque de hecho contribuyamos a cimentar en ellos ciertos paradigmas que la sociedad exige, los que a la postre tendremos que reconsiderar.

¡Qué tal si en nuestro colegio pudiéramos recibir a los estudiantes en su original estado de neonatos! Aunque de cinco años. Sería tanto como asistir a su parto como estudiantes en edad preescolar.

Frente a los nacimientos corresponde en primera instancia a las familias cuidar de los bebés para asegurar su sano crecimiento (por lo menos el corporal), si esto se diera con suficiencia, estaría bien que a la escuela llegaran esos cerebritos integralmente desarrollados, y en su advenimiento escolar, nos correspondiera a la institución educativa cuidar de su sano desarrollo para fortalecer su formación personal y social dando paso a su pleno potencial físico, mental y espiritual. Allí nuestra responsabilidad entraría a ser parte de un contrato social por el que se debería esperar el surgimiento de hombres y mujeres libres.

¡Vaya estado ideal! Este que se fue con los anteriores párrafos, pero es que debemos atrevernos a soñar. En la escuela, no recibimos bebés, sino personitas con algunos añitos de vida. Unas más buenas que otras, pero todas con necesidades de reencontrarse con su verdadera esencia y alcanzar su verdadero potencial, de ello se trata y por ello mismo, lo que sí concebimos en la escuela, son proyectos pedagógicos; tamaña responsabilidad. Debemos entender que son como esos bebés que definimos en el primer párrafo, así es como abogo, porque este proyecto de nuestro periódico escolar que hoy nace, se forme. un periódico que aunque como tal sea una construcción cultural, quiero decir, que quienes mediante él se expresen, lo hagan sin preocupaciones, sin angustias, sin miedo; espontáneamente, en forma libre, sincera, abierta, sin acomodar las cosas a su gusto o al de otras personas, siendo fieles al valor de la palabra y de la verdad. Sin prejuicios, con franqueza y autenticidad, permeables a los sentimientos y sueños de las personas. Respetuosos de las otras opiniones e incansables en la construcción de la obra social por un mejor mundo. Siempre dispuestos a hacer más de lo que se les pide, pero radicales en dejar descansar en los derechos la recarga de energía para satisfacer la necesidad del ser y del conocimiento.
Jaime Forigua Duarte
Rector

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